lunes, 5 de noviembre de 2012

Fetos y muñecos de goma

Hace ya un año desde que se trató por primera y única vez el tema del aborto en el Senado argentino. Si bien se dio un paso importante al aprobarse un proyecto que autoriza el procedimiento hasta las doce semanas de gestación, esto era sólo para ciertos casos y, desde entonces, no news. Mientras tanto, hubo sucesos resonantes que mostraron que, aunque las leyes estén, falta mucho para que sean respetadas. Hubo médicos que demoraron la intervención para pedir autorización judicial, algo totalmente innecesario. En algunas ciudades, como Rosario, casi todos los médicos se declararon objetores de conciencia. Más de una nena embarazada y su familia que fueron hostigados por asociaciones "pro-vida" hasta que decidieron no abortar. Hace pocos días, una mujer que había sido secuestrada por una red de trata de personas y obligada a prostituirse había obtenido la autorización para que se le realice el aborto, pero Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de Buenos Aires, vetó esa ley, impidiendo que el mismo sea realizado. Sólo algunos ejemplos.

El 2 de noviembre, con motivo de este aniversario, ONGs y asociaciones que están a favor de los derechos de la mujer realizaron una marcha reclamando que el tema vuelva a estar sobre la mesa. Como ya hicieron otras veces, pasaron frente a la Catedral de Buenos Aires a pedir que la Iglesia Católica deje de intervenir. Pero se encontraron con que había una especie de contramarcha organizada por los grupos antiabortistas que los estaba esperando. Y el encuentro no fue precisamente ameno. Si recordamos lo que sucedió en Misiones, con las agresiones perpetradas por participantes del 27º Encuentro Nacional de Mujeres (y que sólo sirvió para que la Iglesia y los antiabortistas sigan asumiendo el papel de víctima), vemos que cualquier tipo de entendimiento parece estar cada vez más lejos. ¿Porqué pasan estas cosas? 

Si bien para muchos es un tema difícil de tratar, el debate podría ser -y muchas veces lo es- sumamente interesante. Podría abarcar cuestiones filosóficas, biológicas, médicas e incluso morales. Hay material de sobra para llevarlo por ese camino. Sin embargo, es frecuente encontramos con discusiones inútiles centradas en posturas dogmáticas, casi siempre de origen religioso, y argumentos falaces. En Argentina, al menos, la mayor parte de la desinformación y campañas sensacionalistas respecto del aborto provienen de la Iglesia Católica, aunque según Alerta Religión, "los evangélicos están haciendo esfuerzos por ponerse a la par, y con más éxito". Mientras que a unos sólo les importa que haya la mayor cantidad posible de nacimientos y, obviamente, bautismos, los otros son unos fanáticos para quienes hasta los católicos son pecadores idólatras que irán al Infierno. En todos los casos, se trata de religiones machistas y hasta misóginas, en las que cualquier cosa que le dé poder a las mujeres es motivo de rechazo. ¿Hasta cuándo van a seguir inmiscuyéndose las religiones en la política, la salud, la educación, la sexualidad y los derechos de las personas? Como muestra de la irracionalidad de algunos de sus seguidores, una mujer decía a un medio: “Nosotros no somos de ninguna organización. Ellos sí, son sacrílegos. Vinimos a proteger a la Catedral de las pintadas que pudieran hacerles estos enviados del demonio.” No son de ninguna organización, pero defienden a la Iglesia, que es una organización. Y consideran que quienes defienden a las mujeres son sacrílegos y enviados de algún demonio. ¿Cómo se puede hablar con alguien que piensa eso?

Hace rato he notado que no tiene mucho sentido discutir con los antiabortistas sobre los posibles motivos que llevarían a una mujer a querer abortar. Si bien algunos son un poco más racionales y hay ciertos casos que los sensibilizan, sólo aceptan la posibilidad de admitir el aborto a regañadientes y son los menos. La gran mayoría son capaces -y ya lo han hecho infinidad de veces- de obligar a pasar por el trauma del embarazo y el parto a niñas de tan corta edad como 10 años (incluso si fueron violadas), a chicas y mujeres secuestradas y forzadas a prostituirse, a mujeres cuya vida corría riesgo en caso de seguir con el embarazo, a mujeres mentalmente discapacitadas, etc. Nada les hace cambiar de idea y dejar de meterse en la vida de quienes están vivos en pretendido beneficio de los que aún no lo están. Quizás no se den cuenta de lo inmoral de sus propias acciones, mientras tildan de inmorales a quienes sostenemos que un embrión no es lo mismo que una persona.

Esas acciones han llegado desde protestas y manifestaciones, persecución y criminalización de las mujeres y acoso a sus familias, amenazas de demandas y juicios contra los profesionales y las instituciones que, obedeciendo la ley, practiquen los abortos, hasta la detonación de bombas en clínicas que los practican. (Es extraño que no sea frecuente, al mismo tiempo, el escrache y la denuncia a los abortistas ilegales.) A ese tipo de personas, los "pro-vida" militantes, no les importa la vida, como afirman. Sólo están en contra del aborto. Aunque no vayan a poner bombas, muchos suelen sentirse reconfortados al enterarse de que una mujer murió luego de practicarse un aborto clandestino. Les parece justo. "Se lo merecía", dicen. "Anduvo de joda y después no se bancó las consecuencias." "Ellas matan bebés indefensos, así que por mí que se mueran." Esas son algunas de las frases de quienes dicen defender la vida. Contradicciones, que le dicen.

Hablando de ese tipo de campañas gráficas, hace un tiempo colaboré con el blog Alerta Religión escribiendo sobre la famosa fotografía "La mano de la esperanza", usada infinidad de veces por los antiabortistas. Lean ese artículo y después vuelvan acá. No, en serio, léanlo. ¿Ya está? Bueno, sigamos.

En aquel caso, se trataba de una fotografía verídica, pero las circunstancias en que se tomó fueron targiversadas y se le dio un significado inventado, apelando a la empatía o el instinto protector que uno siente hacia un bebé. Otras campañas en ese mismo sentido muestran madres con panzas enormes, como si los abortos se realizaran en etapas tan avanzadas del embarazo o radiografías simuladas de bebés saludando al papá desde la panza, como si tuvieran visión de rayos X, además de poder reconocer al supuesto papá y saber saludarlo. La cuestión es que no estamos hablando de bebés sino de embriones. También hemos visto fotografías de pequeños muñecos de goma que parecen bebés, con algún mensaje que pretende hacernos creer que se trata de fetos abortados. En otros blogs he llegado a ver dibujitos de fetos con viñetas con frases como "¿Y si digo que soy maricón? Seguro respetan mis derechos y no me matan." Tanta ignorancia asusta.

Otra estrategia es asquear al lector, usando imágenes horrendas de bebés muertos, fetos sangrientos tirados en algún lugar o pedacitos de embriones destrozados y diciendo "¿Vieron? Eso es un aborto." Quizás algunos sean falsos y otros no, pero esa no es la cuestión. No importa cuán asquerosas sean las imágenes, estas tácticas engañosas no sirven para llegar al fondo del debate sobre los derechos de las mujeres ni para solucionar el problema de la falta de educación sexual y de políticas claras y efectivas contra las muertes causadas por los abortos clandestinos, sino para imprimir conceptos erróneos unidos a imágenes espantosas en la mente de las personas y llevar a la opinión pública a estar en contra del aborto a como dé lugar, aunque sea por motivos erróneos.

Se supone que es un feto de 12 semanas, pero sólo es un modelo de goma, que se vende por cantidad en internet

1 comentario:

  1. Me parece que en el tema del aborto es donde más se ha abusado de la falacia de apelación a las emociones, ya sea con este tipo de imágenes o con la famosa "carta de un niño por nacer".

    Otro "argumento" que he visto por ahí es una frase que dice algo así como "Es curioso que todos los que están a favor del aborto ya hayan nacido". Claramente la intención de esta gente no es razonar u.u

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