miércoles, 6 de noviembre de 2013

Revisitando el Museo Bernardino Rivadavia:


Los buenos museos son los que se pueden visitar más de una vez y volver a disfrutarlos como la primera. Y una ventaja de repetir la visita es que a veces se pueden ver cosas que antes uno había pasado por alto. Aquí algunos ejemplos de cosas nuevas que aprendí en mi tercera recorrida por el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia:
 
. Apenas uno ingresa al museo se encuentra justo frente a una larga sala dedicada a la Geología. Dominando la entrada a la misma hay un gran globo terráqueo que debe tener unos dos metros de diámetro, si no más. Tanto los continentes como los fondos oceánicos se representan en relieve y unas flechas y cartelitos indican la posición de las principales fallas y placas tectónicas. En pocos minutos observándolo, pude escuchar a tres personas adultas diciendo a sus acompañantes "Mirá, es el universo."

Malaquita pulida
Entre otras cosas, en el resto de la sala hay maquetas de algunas de las montañas y volcanes más famosos y una gran colección de fragmentos de distintos tipos de minerales. Observando una de las vitrinas, me enteré de que la malaquita de la que está hecho el traje de la tortuga Manuelita es un mineral real: Dihidroxido de carbonato de cobre (II). Su nombre deriva de su color verdoso, semejante a las hojas de la malva, y que a María Elena Walsh se le hizo parecido al de los caparazones de las tortugas.

. En la sala dedicada a los bivalvos hay una vitrina que habla sobre las perlas. Ahí, un cartelito cuenta la historia de la isla de Margarita, que se hizo famosa por la gran cantidad de perlas que ahí se encontraron y que posiblemente a ello deba su nombre. No vi la relación hasta que me explicaron que perla en latín se dice margarita. Ya que estamos, la frase "no des margaritas a los cerdos" en realidad no se refiere a las flores, sino que proviene de la Biblia, Mateo 7:6, y dice algo así como "[...] ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen."

 
. Hacia el final del recorrido nos encontramos con las aves, de todos los tipos, tamaños y orígenes. Allí descubrí que las harpías, unos monstruos de la mitología griega con cuerpo de pájaro y cabeza de mujer, dieron el nombre a dos águilas distintas. El significado literal de harpía es "el que arrebata", ya que estos monstruos se dedicaban a robarle la comida a Fineo, y seguramente estaban inspirados en algún ave de presa -que son aquellas que tienen por hábito encontrar presas desde el aire y arrebatarlas del suelo- real. Las águilas entran dentro de esta categoría y dos de ellas, la harpía (Harpia harpyja) y el águila harpía de Nueva Guinea (Harpyopsis novaeguineae) reciben su nombre de esos seres mitológicos.

Como dice el dicho, todos los días se aprende algo nuevo. Especialmente en los museos.

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